Cuando las noticias sí estremecen

Con el transcurrir de los años, pasa que muchos nos curtimos de lo que pasa a nuestro alrededor, de tanto que a diario escuchamos de suicidios, asesinatos, accidentes mortales, asaltos y corrupción. Las noticias nos entran por un oído y nos salen por el otro, y en el mejor de los casos, somos conscientes de lo que pasó sólo a nivel conceptual, sin profundizar en la trascendencia de las cosas que pasan. Total, la gran mayoría de veces no son cosas que nos pasan a nosotros.

Ese fue mi caso hasta hoy con lo que ha pasado en la selva peruana. Todo comenzó, básicamente, con una protesta de los nativos por una ley que los afectaba. Sea verdad esto o no, lo cierto es que a los dirigentes se les fue de las manos la protesta -o tal vez todo fue verdaderamente intencional; para el caso, no importa- y llegaron a declarar incluso la insurgencia contra el gobierno. Se bloquearon carreteras y se aislaron pueblos. Nosotros, pobres citadinos acostumbrados a tener todo en el centro comercial a la vuelta de la esquina, no podemos imaginarnos lo que es que simplemente se acaben los alimentos en donde vives y no tengas donde conseguirlos.

El gobierno peruano, luego de unos verdaderos o fingidos intentos de diálogo -tampoco importa ya- reaccionó de la manera más brutal posible. Mientras Alan García, presidente de la república, celebraba entre sonrisas el día del medio ambiente, la policía perpetraba una matanza de la que recién ahora se está esbozando la realidad. Sí, entre los nativos hubo asesinos que tomaron la vida de un grupo de policías. Pero la magnitud de la respuesta policial fue inaudita.

Las cifras oficiales hablaban de 9 policías y 25 nativos muertos. Ahora ya no se sabe la cantidad exacta, al menos por el lado de los nativos. Se corre la voz de que la policía trata de ocultar la matanza quemando los cadáveres y tirándolos al caudaloso río Marañón. Cuando las cosas llegan a este extremo, la costra que habitualmente cubre la sensibilidad ante las noticias se cae y a uno no le queda más que horrorizarse por las cosas de las que somos capaces.

Copio el video aparecido en el blog El Útero de Marita y la traducción de lo que dice una nativa poco antes de comenzar el minuto cinco.



Escúchanos, por favor, señor Alan García:
¡Tú eres culpable porque nos has exterminado!
Nos estás matando.
Nos estás vendiendo.
Tú eres el terrorista.
Nosotros defendemos nuestro territorio sin uso de armamentos, nuestro único arma de defensa es solo lanzas y palos que no son de largo alcance y no es para matar como tú lo has hecho con nosotros.
Tú nos exterminaste usando armamentos, balas, helicópteros y los mataste a nuestros: hermanos, hermanas, estudiantes, profesores, hijos.
Alan, te pedimos que vengas acá en nuestro territorio para que nos pagues de las deudas que tienes con nosotros.
Alan, tú eres vende patria, vende indígenas, vendes nuestros recursos naturales: oro, petróleo, agua, aire, contaminas nuestro medio ambiente y así nos dejas más pobres como nos estás viendo ahora cómo estamos y quedamos.
Nosotros los awajún-wampis no te hemos elegido para que nos extermines, sino para que nos ayudes, des estudios a nuestros hijos que ahora has matado.
Nosotros no te estamos quitando tu propiedad privada, no te hemos matado a tus hijos, tu familia, ahora por qué tú nos acabas.
¡Ya nos exterminaste, ahora quedamos sin NADA!
Es en momentos como estos en que uno se da cuenta de lo que implica el que esa madre golpee el suelo, rota en llanto por su hijo muerto. Tal vez sea porque ahora sé lo que es ser papá y sé que no soportaría que algo le pase a mi hija. Lo que está pasando ya no es lejano, ya no es sólo una idea, no es sólo una referencia acerca de un lejano conflicto. Está aquí y cada uno de nosotros tiene una pequeña parte de responsabilidad en solucionar el problema.

Qué desolación y qué tristeza.

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