DJs: Pinchando con ciencia

Lo que sigue es un extracto de un artículo escrito por Juan Carlos Pérez-Duthie y reproducido en el blog Imaginariums. Nunca se me hubiera ocurrido que la histeria de un actor diera origen a una pieza musical electrónica, y mucho menos que dicha pieza pudiera ser creada sin ningún instrumento musical y en sólo tres horas. Tengo que aprender a hacer eso, a lo mejor me contratan de DJ en alguna isla vacacional lejana. NOTA: incluyo el video al que se refieren en el artículo y que no aparece en el blog de referencia.

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En el verano de 2008, el actor galés Christian Bale rodaba la película de ciencia ficción Terminator Salvation. Bale estaba en medio de una escena cuando el director de fotografía Shane Hurlbut la arruinó al caminar por donde no debía. Ello provocó que la estrella perdiera los estribos y vomitara un torrente de insultos que duró casi cuatro minutos.

Concluido el incidente, todo pareció quedar ahí. Pero, a principios de febrero de este año, un sitio web hizo pública la grabación de los improperios. De inmediato, Lucian Piane –joven productor musical y compositor que utiliza el nombre artístico de Revo- Lucian– tuvo la idea de hacer una remezcla, o remix, de la grabación. La modificó con música propia e hizo una canción digna de la más popular pista de baile. Agregó imágenes del furibundo artista para acompañar el sonido, y la nueva versión, llamada Bale Out, se convirtió en éxito viral cuando la subió al sitio de vídeos YouTube. En pocos días, contaba con más de 2.500.000 visitas.

Palabrotas a todo ritmo

Más sorprendente que el impacto mundial del tema es que Piane lo hiciera en un par de horas, desde su casa, en su portátil. Nada de estudios, músicos, grabaciones o derroche de dinero. “Esa semana estaba terminando el nuevo álbum de RuPaul –un actor y transformista afroamericano–, por lo que, cuando salió lo de Christian Bale, me dije ‘no tengo tiempo para eso’. Aún así, sabía que tenía que hacer algo”, cuenta RevoLucian. “Me di dos horas, aunque acabé tomándome casi tres. Luego compartí el remix con los amigos y lo subí a YouTube”.



No era la primera vez que Piane convertía los exabruptos intempestivos y diatribas de alguna celebridad en una mezcla de baile: “He estado trabajando con el Apple Logic Studio, un software bastante potente. De hecho, así hice todo el álbum de RuPaul. Tuve que añadir algunos elementos para perfeccionar el sonido, pero en esencia, el disco lo grabamos en mi habitación, y usamos el armario como cabina vocal. Cada vez que yo decía ‘esto parece algo de gueto’, RuPaul me corregía: ‘Es el futuro’”.

Hoy, cualquiera con un poco de conocimiento sobre ordenadores, los programas adecuados y buen oído para el ritmo, puede crear música y llegar a cientos, miles o millones de oyentes. Es música que nace con la tecnología y que, gracias a ella, ya sea mediante tiendas digitales como iTunes o Rhapsody, servicios gratuitos –music. download.com, acidplanet.com– y páginas del tipo MySpace o YouTube, no requiere de los tradicionales establecimientos de venta de discos o locutores radiofónicos para hacerse escuchar. En esta revolución musical, productores y disc jockeys de vanguardia protagonizan un fenómeno en el que, a través de los sonidos que inventan o mezclan, cómo los hacen y en dónde los tocan, pueden volverse celebridades internacionales o incluso académicos de renombre. Es el caso de Paul Miller, cuyo álter ego artístico es Spooky, That Subliminal Kid.

Tocaplatos a 40.000 euros la noche

Las posibilidades de lo que pueden lograr los medios digitales en una sociedad cada vez más ligada a los canales de información es la base del libro de Miller Sound Unbound: Sampling Digital Music and Culture, una exitosa colección de ensayos publicada por la editorial del Instituto Tecnológico de Massachusetts que se usa como texto académico en prestigiosas instituciones educativas, como las universidades de Harvard y Georgetown. “Para mí, todo está conectado. El sonido es escritura, la escritura es música, la música es arte”, afirma Spooky. “La idea es superar la mentalidad del siglo XX que concibe todo dividido en componentes separados, como en una factoría. Hoy, todos somos factorías: yo quemo y mezclo CDs y DVDs diariamente, todo el tiempo. La forma en la que hemos consolidado las herramientas de producción permite que la metáfora del DJ se mueva hacia adelante”.

Ese DJ al que se refiere Millar ha devenido en una especie de árbitro popular que toma muestras –hace lo que se denomina sampling – de infinitas fuentes. Para Spooky, como para otros héroes tocaplatos, su profesión se ha convertido en arte, en ciencia y en idioma.

“Hay DJs que afectan al panorama musical general, y eso no puede ser ignorado”, sostiene Tony Lima, vicepresidente de marketing y comunicaciones del Museo de Ciencia de Miami, y responsable de haber llevado a esa ciudad de Florida dos exhibiciones sobre la música al mismo tiempo: American Sabor, o el papel de los latinos en la historia musical de EE UU, y Access All Areas, que explora su lado tecnológico. “Creo que la gente no ve la música como ciencia, aunque la incluye en sus elementos tecnológicos y en la composición. Para hacer que la ciencia sea más universal, más del gusto de las masas, tienes que mirar hacia las artes y cómo está involucrada en ellas. Esa era mi motivación”, explica Lima.

“En estos últimos años, gracias al crecimiento de la música dance y del hip hop, muchos DJs han llevado la profesión a otro nivel. Ganar más de 40.000 euros por tocar una noche en Ibiza, como ocurre con las grandes figuras, también ha servido de aliciente”, dice el veterano Sama, con 25 años de experiencia. “La gente ve cómo se desenvuelven los DJs, ganando premios, logrando éxitos en las listas musicales, mezclando para artistas, yendo a las mejores fiestas y recibiendo mucho dinero. Entonces ¿a quién no le gustaría serlo?”

Aunque en las décadas de los años 70 y 80 ya había DJs en EE UU que lograban hacerse un nombre por contribuir al desarrollo de diversos ritmos –disco, rap, freestyle, new wave...–, el fenómeno internacional del DJ-celebridad despegó en los 90. Se produjo gracias a varios factores, como la celebración de raves –fiestas multitudinarias en las que se pincha música electrónica, trance y tecno–, la promoción de los DJs que las amenizaban y los discos que sacaban para sus seguidores en todo el mundo. Si se mezcla todo esto con la disponibilidad de los reproductores portátiles de música digital como iPods y Zunes, las descargas musicales vía internet, la transmisión on line tipo streaming y una generación que busca la gratificación instantánea se obtiene el cóctel musical perfecto.

“Muchos músicos que mantienen una mentalidad antigua creen que las cosas se deben quedar siempre igual. La nueva forma de pensar apuesta porque todo va a cambiar. Y eso está bien”, sostiene Spooky. “El acto creativo –añade– se va a ver reflejado en las herramientas que se utilizan para crear música. El compositor tendrá que aprender un nuevo tipo de lenguaje”. Este ha estado en constante evolución, no sólo en este siglo, sino ya desde las primeras décadas del pasado, cuando las innovaciones de diversos inventores modernizaron la música. La tecnología ha transformado la manera en la que se hace una canción, cómo se escucha, distribuye y promueve.

“Con las técnicas actuales todo es más fácil”, afirma desde Puerto Rico Carlos López, miembro, junto a Luigi Rodríguez, del dúo de DJs Plumpy Bitches. Este destaca por sus performances de ritmos tecno, electro y house, y por ambientar las fiestas after hours, que pueden prolongarse de 4 de la madrugada al mediodía. “En nuestras presentaciones, yo me encargo de las mezclas y Luigi de todo lo que son los efectos especiales y a cappellas”, explica López. “Cargamos con dos portátiles, en donde almacenamos la música, y un controlador MIDI –un aparato que coordina las funciones de los distintos programas a través de un lenguaje llamado MIDI–. Luego, utilizamos un software que nos permite interactuar con el equipo de la discoteca que tenemos a nuestra disposición, como los platos y reproductores de CDs”.

Dado el número de canciones que López guarda en su ordenador, si tuviera que acarrearlas físicamente equivaldría a llevar una veintena de maletas llenas de discos. En su archivo tiene 8.000 canciones, lo que le permitiría pinchar durante 32 días seguidos sin repetir el mismo tema. La compra de discos compactos o de vinilo no es algo enteramente del pasado, pero cada vez se erosiona más su atractivo debido a la conveniencia de la oferta digital. “Hasta no hace mucho tiempo, lo normal era acudir a las tiendas de discos”, relata por experiencia propia Aulden Brown, quien se desenvuelve dentro de un innovador concepto como DJ residente en las tiendas de la cadena Armani Exchange, en el sur de la Florida. “Ahora, hemos pasado de comprar discos de vinilo con dos o tres remixes por entre 8 y 10 e a adquirir formatos maestros digitales –que reproducen la calidad de la canción tal cual fue grabada– por unos 2 euros”.

Hace 11 años, Brown se trasladó a Miami, que durante casi dos décadas ha sido sede de la Winter Music Conference, una de las reuniones anuales de DJs más importantes y punto de encuentro de artistas de lamúsica dance y electrónica y profesionales de la industria. Brown lleva ejerciendo 10 años como DJ y ha experimentado el importantantísimo rol que han jugado los avances tecnológicos en su carrera. “Con la cantidad de tiendas digitales que hay, puedo comprar toda la música que quiero sin temor a que se acabe, como ocurría con los discos”, señala. “Ahora, vas a iTunes, y por 99 centavos bajas la canción en mp3, un formato de menor calidad que el profesional que usamos los DJs, pero casi tan bueno como el CD. A mí me gusta usar el wav, que reproduce el tema como el artista lo grabó, para que se escuche lo mejor posible”

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