El Municipio, luego de usar como excusa la falta de licencia del local, lo cerró. Era un secreto a voces la presión de los vecinos. La artista se quejó de la "falta de tolerancia" de sectores "radicales" de la Iglesia y de los vecinos "extremistas". Bueno, razón no le falta. No debe haber sido poca la gente a la que no le gustó la exposición, no en un sentido artístico sino en verla como un atentado contra sus creencias, y utilizó sus influencias, o los "amigos de amigos" para evitar que el evento prosiguiera. Uno tiene el derecho de expresar sus ideas, su arte, sea cual sea éste. Eso es democracia ¿o no?
Sin embargo, y es un fenómeno que a la vez se repite en todas las otras ocasiones similares a ésta, los que exigen tolerancia con sus ideas no siempre tienen mucha con las de los otros. Si sé que mis ideas o mi arte van a ofender a alguien -y no estamos hablando aquí de cuestiones de supervivencia o la definición de un esquema político- podría ser lo suficientemente tolerante con el resto como para no hacer algo que los ofenda. ¿La gente tiene que tolerar que haya algo que yo haga que los ofenda? ¿no tendría yo que aceptar que si hay algo que ofende a otros, es mejor no hacerlo?
Sí, la discusión es eterna y podría escribir cien párrafos de una y otra postura. Pero lo cierto es que la tolerancia no es como la radio, sino como un teléfono: tiene caminos de ida y vuelta. A la situación en la cual esos caminos son fluidos se le da un nombre: vivir en paz.
Ah, no tolero comentarios en contra.
1 comentarios:
buien blog tio, buen blog.... saludos .
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